sábado, 18 de octubre de 2008

Repensando el debate…

October 11th, 2008
En este 4º curso de ciencias políticas nos esperan una serie de asignaturas que tratan de completar los conocimientos que hemos ido adquiriendo a lo largo de la carrera. Desde una perspectiva más práctica, se trata de abordar los problemas que se suceden en la sociedad día a día, repensarlos y ofrecer soluciones desde el conocimiento y el análisis de la realidad.


Una de esas asignaturas es Sistema Económico Mundial, en la que nuestro profesor ha propuesto una dinámica de trabajo que parte de lo más elemental: que los alumnos se pregunten el sentido de estudiar ciencias políticas, y si están satisfechos con este estudio y con todo lo que le rodea (instalaciones, organización, etc…).
Este modelo de clases no nos es nuevo, pues desde hace unos años hemos visto como los profesores han tratado (algunos con más éxito que otros) de enterrar las antiguas clases magistrales y los manuales king-size, para convertir sus aulas en un espacio de participación, discusión e intercambio de ideas. La premisa es clara: la indignación es el paso previo al aprendizaje.
Una vez contrastada la premisa con la realidad, los alumnos pusimos el ritmo: efectivamente, la indignación crece tan rápido como la velocidad a la que se lee un periódico o la velocidad a la que se anda por nuestra facultad. Supongo que uno no puede aspirar a proponer soluciones globales si ni siquiera es capaz de resolver los problemas de su patio, a pesar de que esta globalidad se relaciona con todas las pequeñas cosas que nos suceden y nos rodean.

La solución a los problemas que planteamos durante el debate no venía en los libros, sino en el propio debate. La mayoría de los alumnos coincidimos en los motivos por los que pediríamos la cuenta y nos iríamos a otra carrera, léase: facultad con mal aspecto y en ocasiones poco higiénica (como resultado de muy cívicos actos reivindicativos), falta de homogeneidad en los formatos de las clases, poco o ningún uso de las nuevas tecnologías en las asignaturas (yo, personalmente, estoy matriculado de 19 asignaturas, 4º y 5º, y tengo virtualizadas en el campus virtual 2), profesores que no aparecen, etc, etc…

Pensar y vivir esto cada día alimenta la indignación, y esa indignación es lo que, a su vez, hace grande este estudio: vives cada día repensándote, cuestionándote y buscando soluciones a lo más inmediato, normalmente junto a compañeros /as que no piensan lo mismo que tú. Es el complemento, creo, con el que termina la carrera un politólogo, el posgrado personal que le especializa en el toque corto y en el trato con sus semejantes.

A esa experiencia que antes se ganaba en los pasillos, en la cafetería y las broncas interminables de sobremesa, ahora, por fin, se le pasa el filtro de la civilización. No es lo mismo hablar de la crisis financiera con otro que sabe tan poco como tú, que hablarlo frente a alguien que sí sabe, de ahí la importancia de poner el debate donde tiene que estar: en las aulas. Y al salir de ellas, retomar la pelea, pero con las ideas más claras o, como mínimo, con las dudas más claras.

De ahí la importancia de que los profesores interactúen con los alumnos, porque ambos son parte de una misma cosa. Esa cosa de la que es tan responsable el primero como el segundo, y más responsable el segundo porque su futuro depende de ello. Queda mucho trabajo por hacer, pero el camino está marcado, solo hay que echar a andar.

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