martes, 6 de enero de 2009

"El problema del valor cuantitativo"


Sweezy, P. M.: "Teoría del desarrollo capitalista."

1. El primer paso.
Sweezy comienza así su exposición, con cierta obviedad: “en toda sociedad es esencial que el trabajo se aplique a la producción y que los productos sean distribuidos entre los miembros de la sociedad; lo que cambia en el curso de la historia es el modo de organizar y llevar a cabo estas actividades de producción y distribución”. La tarea que se propone en este capítulo es la de esclarecer las diferencias de nivel cuantitativo que se dan entre diferentes modelos de producción. Pero en realidad simplemente analizará la contraposición y respuesta marxista al modo de producción capitalista. Marx supone (siguiendo la lógica ricardiana) que en la determinación del valor del factor trabajo no debe tomarse en cuenta más cantidad del mismo que el socialmente necesario, “necesario” entendido en términos de las condiciones sociales existentes. El trabajo más calificado (refiriéndose a la retribución y/o cualificación, suponemos un error en la traducción) que el trabajo medio o simple debe tener, así, una mayor capacidad de producir valor. Pero el problema subyace cuando se constata que la influencia ejercida por la habilidad y el entrenamiento sólo se hace sentir lentamente y de modo imperfecto, y con frecuencia en formas no evidentes. Estos postulados han de ser entendidos desde la postura marxista del Estado y el orden social que proponía Karl Marx, que pretendía una mayor homogeneización salarial dentro del proletariado.

La explicación es quizá el punto más criticable, y Sweezy recalca este aspecto, pues al argumentar que las diferencias en habilidad de los obreros son muestra única e inequívoca de la línea de producción en la que son ocupados adolece de cierta palabrería y poco (o nulo) rigor científico –algo, otrora, poco común en Marx y, por tanto, sorprendente-. Se puede llegar más fácilmente a la suposición de que las diferencias en habilidad son naturales, y permanecerían constantes aún cuando los obreros fueran transferidos de una línea de producción a otra.Sin embargo, hemos de quedarnos con esta “reducción de trabajo calificado a trabajo simple”, pues es lo que nos va a acompañar durante todo el desarrollo teórico del capítulo. La premisa principal que subyace de este primer apunte es que “las mercancías se cambian unas por otras en proporción a la cantidad de trabajo socialmente incorporada en cada una”.

2. El papel de la competencia.

Enlazando, pues, con lo anterior, habremos de suponer que en una sociedad en la que se pueda competir libremente, la oferta y la demanda estarán equilibradas sólo cuando el precio de cada mercancía sea proporcional al tiempo de trabajo requerido para producirla.

El precio aquí se entiende en términos de “proporción de cambio”, y en este sentido no se altera en absoluto la proposición de Adam Smith (Sweezy recurre además a ella de manera muy ilustrativa mediante la historieta del ciervo y el castor de Smith).

Pero, para ello, deben darse dos condiciones previas, que más bien se caracterizan como “suposiciones implícitas”: a saber, que los productores tengan el deseo y la posibilidad de competir libremente por cualquier ventaja que pueda presentarse, para lo cual no opondrían reticencia alguna ante la posible transferencia de cambio de una línea de producción a otra; y en segundo lugar, y más importante si cabe, que como hemos resaltado el precio de cada mercancía ha de ser proporcional al tiempo de trabajo requerido para producirla.

Por increíble que parezca, Sweezy vuelve a recalcar que estos postulados no contradicen ni a Adam Smith ni al resto de clásicos. Pero especialmente este punto quizá sea uno de los que más se han incumplido a lo largo del desarrollo de la lógica capitalista, y especialmente en nuestra sociedad actual. Y de nuevo volvemos a ver el camino teórico propuesto por Marx para la construcción de su estructura social deseada: una mayor unificación en términos salariales que se traduzca en una mayor unificación en términos de precio de las mercancías.

3. El papel de la demanda.

Todo esto se complica cuando nos encontramos con el necesario estudio del papel que cumple la demanda en el proceso antes expuesto. Y esto es así porque la proporción de cambio no nos da toda la información: también es necesario conocer cómo se produce la distribución del trabajo. Para ello, Sweezy aduce que se ha de contar con dos tipos de información:

- Información sobre el costo relativo en trabajo.
- Información sobre la intensidad relativa de la demanda de uno y otro.

Más tarde, y en base a todos estos “bloques” de información, es cuando puede llegar a conocerse el que denomina “equilibrio económico general de la sociedad en cuestión”. Parece que, así, el propósito de Marx ya puede llegar a cumplirse.

Las últimas consideraciones de Sweezy, aunque carentes de contenido, sí gozan de gran interés, pues explica la ignorancia que mostró Marx inicialmente al estudio de los efectos de la demanda. Puede parecer obvia la explicación de que así mostraba su repudio al papel relevante que jugaba en el ámbito de la doctrina capitalista, pero no tanto si, como dice Sweezy, atendemos a la función que cumple en el proceso de distribución del ingreso. Esta distribución del ingreso era (y aún puede ser) considerada como el más claro reflejo de las relaciones de producción existentes y, por lo tanto, no hay duda de que desde un punto de vista marxista la demanda queda así como la culpable de la perpetuación de esos modos de producción. No hay que olvidar, así, que el principal objetivo de Marx era eliminar la evaluación de los deseos subjetivos de los consumidores del estudio de los problemas del valor. La teoría del valor de Marx está hecha para tomar plenamente en consideración las relaciones productivas peculiares a la producción simple de mercancías. Así, en “El Capital” investigó lo que él mismo denominó “la ley económica del movimiento de la sociedad moderna”. Desde este punto de vista, todo lo que es en sí mismo relativamente estable y sólo reacciona a los cambios que se producen en cualquier otra entidad, no sólo puede sino que debe recibir un puesto secundario en el plan analítico. Recordemos su ya célebre sentencia y máxima recurrente: “no es la conciencia de los hombres la que determina su existencia, sino que, por el contrario, su existencia social determina su conciencia”.

4. “Ley del valor” vs. “Principio de planeación”.

La ley del valor propuesta por Marx resume así las fuerzas actuantes en una sociedad productora de mercancías. Ésta regula:
- Las proporciones del cambio de mercancías.
- La cantidad producida de cada una.
- La asignación de la fuerza de trabajo a las diferentes ramas de la producción.

Podría decirse, así, que la ley del valor es esencialmente una teoría del equilibrio general desarrollada en primer término con referencia a la producción simple de mercancías y adaptada después al capitalismo. Esto significa, pues, que una de las principales funciones de la ley del valor es la de aclarar que en una sociedad productora de mercancías, a pesar de que las decisiones no se tomen de un modo centralizado y coordinado, existe el orden y no simplemente el caos. Pero en la medida en que la asignación de la actividad productiva sea sometida a un control consciente, la ley del valor pierde su pertinencia y su importancia y el “principio de la planeación” la sustituye.Sweezy acaba con una sentencia clave: “el valor y la planeación son tan opuestos entre sí como el capitalismo y el socialismo, y por las mismas razones”. Volvemos, pues, a encontrar un punto clave y un pilar importante en el desarrollo ideológico de la propuesta de Marx: en la medida en que el capitalismo se ha visto incapaz de respetar ese equilibrio, procurando cada uno vender su mercancía tan cara como sea posible, la única salida existente es la organización de un estado de índole socialista.

5. El valor y el precio de producción.

El precio, entendido así en términos de Marx, es tan sólo la expresión monetaria del valor y los precios de producción son modificaciones de los valores. Los precios de producción se derivan de los valores de acuerdo con ciertas reglas generales; las desviaciones, por tanto, no son arbitrarias ni carecen de explicación. No sólo la teoría del precio de producción no contradice la teoría del valor, sino que se basa directamente en ella y no tendría ningún sentido a no ser como parte del desarrollo de la teoría del valor. Sweezy contradice así a ciertos críticos de Marx, con base en BoehmBawerk, que asumían la contradicción.

6. Precio de monopolio.

La introducción de elementos de monopolio en la economía dificulta, por supuesto, el funcionamiento de la ley del valor como reguladora de las relaciones cuantitativas de producción y de cambio (esto también puede resultar una obviedad pero se deduce que era necesario incluirla, y de manera sabia, al final). Así, el control de la oferta por el monopolista le permite aprovecharse de las condiciones de la demanda. Las relaciones de valor cuantitativo son perturbadas por el monopolio; no así las relaciones de valor cualitativo. La existencia del monopolio en sí misma no altera las relaciones sociales básicas de la producción de mercancías, esto es, la organización de la producción a través del cambio privado de los productos individuales del trabajo.

Para terminar, cabe decir que aún bajo condiciones de monopolio podemos seguir midiendo y comparando mercancías y conjuntos de mercancías en términos de unidades de tiempo de trabajo, a pesar del hecho de que las relaciones cuantitativas precisas implicadas en la ley del valor han dejado de ser válidas.

Publicado por Violeta Martín

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